El trumpo-mambí se desencadena.

✍️ por Wilfredo Domínguez English

Este cuento contiene pasajes extensos escritos en cubano. Búsquese un diccionario cubano-español —preferiblemente uno aprobado por la Real Academia de la Lengua— o, lo siento, pero quizá no entienda mucho.

En tiempos remotos, Hialeah era fango y factoría y los Fonomemecos promovían Metro Piece of Sh*t.

Un día cualquiera de aquel periodo prediluviano, conocí al Mambí. Me lo presentó Cheo, un amigo de la familia a quien andaba visitando en el este de la ciudad que progresa , Jayalia, denominación extraoficial de esta extensión terrenal de naturaleza salvaje y solares baldíos con ínfulas de ciudad.

El Mambí era el típico cubano con una aburrida historia de miliciano que trataba de ocultar sin mucho éxito; era alardoso y escandaloso a más no poder. Durante mi visita, no cerró la boca ni un segundo chillando todo el tiempo sobre sus hazañas en Cuba, faja'o con el comunismo y sus patrióticos esfuerzos hoy en Jayalia organizando la lucha pa' tumbar a Fidel...de la tumba.

Mi amigo Cheo, lucia algo apenado y trataba de cortarlo; pero ese loco no enfundaba el machete ni pa' sacarse un moco. El tipo no tenía frenos.

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Yo estaba a punto de preguntarle cuando salía la invasión con Trump a la cabeza pa' ir a tumbar a Fidel, cuando Cheo, mi anfitrión, se levantó del sofá y, como el que no quiere las cosas, me pidió que lo acompañara a recoger a su hija en la escuela.

Ay, Mambí de mi vida.

Camino a la escuela, Cheo me confesó que el Mambí, quien era su amigo entre comillas desde los tiempos de Cuba y vivía en un efichenci en la casa de enfrente. Un comemierda, en pocas palabras, que en Cuba fue un cederista comecandela, y ahora anda por to’ Jayalia tumbando a Fidel como si nada. Era, en definitiva, un cubano típico.

La confesión de Cheo no me sorprendió en lo absoluto. Por tanto, cambiamos el tema y nos pusimos a hablar de otra cosa mientras sorteábamos pacientemente el tráfico miamense.

Una hora más tarde, estábamos de vuelta en casa de Cheo. Ahí estaba el Mambí, recostado a la cerca esperando por la próxima víctima. Esa víctima no sería yo, ni pensarlo, porque me bajé del carro de Cheo y muy decentemente, entre comillas, me despedí y me largué pal carajo. Ahí terminaría mi visita y, con ella, mi corta estancia en el sur de la Florida; un par de días más tarde me largaría con la esperanza de jamás regresar.

Veinte años después: la vida dio sus vueltas y jamás no sucedió.

Estoy de vuelta en el carnavalesco y solariego Miami, donde descubro apenas llegar que a los cubanos hoy les gusta más Tron que las croquetas del Versailles.

El ambiente en la ciudad, una vez en las afueras del aeropuerto, me trajo memorias del tufo revolucionario que se respiraba en la Habana en vísperas de una manifestación masiva contra el imperialismo y la gusanera.

Solo caminar por Calle 8 y ya me sentía asfixiado, atrapado en una marea roja de Meik Amerika Grei Oguein; a cada paso, como caído del cielo, cubano que me tropezaba me traía de vuelta al místico Mambí de veinte años atrás.

El trumpo-Mambí.

Ese, el Mambí, si aún está vivo, probablemente anda por alguna esquina de Jayalia cumpliendo sus sueños cederistas, con la cabeza bien alta, luciendo su gorra roja con las palabras mágicas estampadas en ella y, casi seguro, ha pintado su efichenci en anaranja'o y lo ha adornado con fotos de Tron a todo color.

Me imagino que apenas entrar al efichenci del Mambí sea algo así como haber llegado a una Tron Tauer de cartón. La taza del inodoro pinta'a de anaranja'o, pelucas anaranja' de diez por un dólar del Ño que barato regadas por el piso, la cama y hasta en la cocina. ¡Hasta el perro debe llamarse algo así como Tronpete o Tronpeson! ¡Pobre perro!

Mi viejo Mambí, seguramente, ni fin de año celebra; lo que de seguro le importa son las elecciones pa' que Tron gane. El día de las elecciones es como su Navidad personal; organiza una fiesta en el efichenci poniendo como condición que todo el que asista tiene que ponerse una peluca anaranja'a y una gorra roja que grite bien alto Meik America Grei Oguein.

En la fiesta, entre tronpiza y tronpiza ordenadas en la Tronpizeria de la esquina, y que los invitados comerán con tenedor para honrar a Tron, el Mambí seguramente impondrá los temas de conversación.

Se discutirá, por ejemplo, como organizar las elecciones en Cuba con catorce partidos después que Tron vaya con la capa de Superman, tumbe a Fidel y los cubanos en el exilio pongan a Otaola de presidente.

Por suerte, estoy convencido que nada de eso va a suceder. Los trumpo-patriotas tienen la cabeza llena de mier...a y no creo que van a llegar muy lejos.